Por qué tener un verdadero mentor importa más de lo que imaginas
- Bret Rogers
- 21 jul
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 30 jul
Algunas personas tienen suerte. Desde el inicio de sus carreras encuentran a ese mentor que les aclara el pensar, les cambia el rumbo, los orienta después de un choque o incluso les facilita un ascenso. Puede ser por contactos, personalidad, habilidad, iniciativa… o simplemente suerte.

Un mentor real está ahí para las preguntas difíciles, pero también para esas tan obvias que da vergüenza hacer. Es ese soporte silencioso que no todos tienen, pero que marca una diferencia incalculable.
En mi caso, ese primer mentor fue mi padre. Inteligente, experimentado, emocionalmente sólido y—detalle no menor—con un doctorado en psicología de la Universidad de Maryland. Lo mejor: era independiente de mi trabajo y siempre estaba disponible. Pero lo perdí en un momento clave de mi carrera. Y su ausencia dejó un vacío. Tiempo después encontré a alguien más, a quien hoy llamo mi “hermano”, aunque no lo sea.
Fui uno de los afortunados que “tenía a alguien”. ¿Pero qué pasa con los que no?

Algunos reciben ayuda. La mayoría no.
Seamos sinceros: en muchas empresas hay un “manual invisible”. Algunos lo conocen de memoria—tienen padrinos, apoyo informal, consejos estratégicos. Otros… simplemente trabajan. Solos.
Pueden ser brillantes, comprometidos, capaces… pero sin ese empujón adicional, el ascenso es más lento y las oportunidades no llegan. No por falta de talento, sino porque nadie está en su esquina.
A veces, solo saber que alguien está ahí por ti—aunque no lo llames seguido—hace toda la diferencia. Ese apoyo, aunque invisible, reduce el estrés y cambia la forma en que enfrentas cada decisión, incluso las “fáciles”.
¿Y si no tienes esos contactos? ¿Si no formas parte del grupo de los “favoritos”? ¿Si simplemente no tuviste acceso a quienes deciden? Sin ese respaldo, navegar el mundo corporativo puede sentirse aislante, estresante y, muchas veces, injusto. Aumenta la inseguridad, el agotamiento y puede hacerte perder oportunidades que sí mereces.

No esperes que Recursos Humanos cierre esa brecha
En muchas empresas se intenta “aplanar la cancha” con programas de mentoría bien estructurados, con métricas y buenas intenciones. De hecho, he armado programas con mis equipos en dos ocasiones. Pero siendo transparente: rara vez funcionaron como esperábamos.
¿Por qué?
Se sienten forzados. El emparejamiento no siempre genera conexión genuina.
Son limitados. Identificar 5 o 7 mentores activos en una organización grande es una gota en el mar.
No se sostienen. Tras unas sesiones, la relación se diluye.
¿Son confidenciales? Por muy bien intencionados que sean, los mentores siguen siendo empleados. ¿Compartirías tus miedos, errores o ambiciones con alguien que reporta a la misma cadena de mando?
Resultados mixtos. No es orgánico. Cuestiono la confidencialidad.

La mentoría real es personal, confidencial y voluntaria
¿Qué la hace diferente?
No te lo asignan. Tú lo eliges.
No evalúa tu desempeño. Te impulsa a crecer.
No sigue un guion. Escucha tu historia.
Si es coach, es alguien con experiencia práctica, no solo con preguntas.
A veces, basta con una voz externa, con quien hablas una vez al mes o al trimestre. Alguien ajeno a tu empresa, sin agenda política, cuya única función es ayudarte a avanzar.
Esa relación, aunque poco frecuente, se convierte en un ancla emocional. Saber que hay alguien disponible por ti—en silencio, sin presiones—te da claridad y confianza.

Que esa persona sea alguien con experiencia real, fuera del ruido y sin conflictos de interés, es invaluable.
Un mentor verdadero es un coach activo que te ofrece consejos prácticos basados en vivencias reales.
Si nunca has tenido eso, mereces experimentarlo.
¿Listo para ver con más claridad y avanzar con confianza? Conversemos.
Bret Rogers See it. Believe it. Make it happen.
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